Del libro de Ernesto Milá (
de la obra publicada apenas cuatro meses después de los atentados del 11-S de 2001. La obra, editada por PYRE se encuentra agotada desde 2003 )
Infokrisis.- Sabemos como no se realizaron los atentados del 11 de septiembre; creemos lícito y justificado, a estas alturas, negar la versión oficial de los hechos, por falsa y mendaz. Tras desarmar la tesis oficial, queda solamente establecer una hipótesis alternativa que, necesariamente, es conspirativa (pero no conspiranoica). Se apoya en que tiene en cuenta el estilo de trabajo de los servicios de inteligencia. ¿Por qué partimos de este apriorismo? Precisamente por que no es un apriorismo: el desmontado de la tesis oficial ha implicado necesariamente hayamos visto la acción de agencias federales y servicios de seguridad dependientes del gobierno, tras algunos episodios de intoxicación informativa y creación de falsos culpables. Nadie tendría interés en realizar intoxicación informativa si no estuviera implicado de alguna forma en el complot.
¿Qué servicios podrían estar implicados en este atentado? Vale la pena establecer dos bases de análisis: en primer lugar, cuando se habla de los EE.UU. se tiene tendencia a creer que se trata de un país monolítico en su estructura de poder. La sustitución de Carter por Reagan demostró que existían dos líneas que no pueden ser definidas en términos políticos; no se trata de opciones progresistas o conservadoras, sino más bien de dos actitudes ligadas a dos grupos económicos diferentes: el capital especulativo financiero ligado a las multinacionales y a las “dinastías americanas” y de otro el “dinero nuevo” surgido en la según da mitad de los sesenta al calor de las acumulaciones de capital procedentes de las nuevas tecnologías y de nuevos empresarios. Carter fue un delegado de los primeros, Reagan de los segundos. Bush, su vicepresidente primero, presidente luego y padre del actual presidente, fue el punto de encuentro entre unos y otros. Frecuentemente estas dos líneas se han traducido en orientaciones políticas diferentes. Basta con recordar el cambio de política que se dio de Carter a Reagan. Estas dos líneas no están nítidamente definidas, existen entre ellas interrelaciones y compromisos diversos y, en cierto sentido siguen vivas hasta nuestros días.
Así mismo, tampoco los servicios de inteligencia son estructuras monolíticas. Teniendo en cuenta que en EE.UU. existen casi tres docenas de estos servicios, con un presupuesto global más alto que el de Defensa alemán, hay que ser extremadamente cauto a la hora de hablar de servicios de inteligencia en EE.UU. Por lo demás, dentro de un mismo servicio, existen distintos niveles de conocimiento de las actuaciones. Hoy se sabe que el primer atentado contra el WTC pudo haberse evitado y no se hizo así por que un supervisor del FBI “tenía otras ideas sobre como combatir al terrorismo”. Sin embargo, no albergamos ninguna duda sobre el hecho de que la inmensa mayoría de funcionarios del FBI está de acuerdo en luchar contra el terror de la manera más eficaz y profesional posible respetando escrupulosamente la constitución y la legalidad vigente. Y sin embargo...
Es inevitable que en el interior de cualquier servicio de inteligencia tiendan a constituirse círculos paralelos, con ideas propias, cierto mesianismo y medios, redes de cobertura, presupuestos y posibilidades operativas. Funcionarios de la CIA, de la NSA, del Departamento de Estado, círculos del FBI, estuvieron sin duda complicados en la conspiración. Esto puede deducirse a partir de un hecho fundamental: la conspiración sólo era válida si se lograba mantenerla a cubierto de cualquier investigación y para ello era preciso contar con cómplices en las agencias de seguridad más importantes.
Pero estas agencias eran el brazo operativo, en absoluto los inspiradores de la conspiración, tan solo sus ejecutores tácticos. La estrategia estaba marcada por otros: es inútil desvincular a George Wallace Bush de su padre, sobre todo cuando los principales colaboradores de éste se han convertido en los “cerebros” del primero nueve años después de la Segunda Guerra del Golfo, la que puso a EE.UU. indiscutiblemente en el liderazgo del Nuevo Orden Mundial. Resulta imposible no ligar la Guerra del Golfo (destinada a salvaguardar la influencia americana en el Golfo Pérsico, es decir, a garantizar el suministro de petróleo), de la intervención en Afganistán que apunta hacia los yacimientos petrolíferos del Cáucaso. Se trata de dos momentos de una sola estrategia tendente a controlar los yacimientos y las reservas mundiales de crudo. Y en estos dos momentos estaban presentes: Cheney, Rumsfeld, Powell, y el apellido Bush.
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