Tres años después del golpe de Estado institucional que derrocó en Honduras el presidente democráticamente electo Manuel Zelaya, un golpe similar expulsa de la presidencia de Paraguay a Fernando Lugo, igualmente electo según las sacrosantas reglas del sufragio universal pero –como Manuel Zelaya– visto como un estorbo por la oligarquía paraguaya y sus amos de Washington, que en cambio toleraron los 35 años en el poder del régimen represivo de Alfredo Stroessner. El profesor Eric Toussaint explica cómo la bendición de Washington al golpe institucional hondureño de 2009 abrió la puerta al golpismo institucional, o golpes de Estado disfrazados de procesos institucionales avalados por los parlamentos y las élites oligárquicas.
A tres años de distancia se repite en Paraguay el mismo escenario de golpe de Estado ya utilizado en Honduras en junio de 2009. En los dos casos, un órgano del poder institucional que había quedado en manos de representantes de la clase dominante, destituye a un presidente democráticamente electo. Este golpe de Estado respeta las apariencias de legalidad. En un análisis redactado en 2009, el CADTM ya denunciaba el golpe de Estado de Honduras y las complicidades que los golpistas tenían en Washington. La última frase de aquel artículo anunciaba lo que acaba de pasar en Paraguay: «El caso hondureño presenta el riesgo de ser una puerta de entrada a golpes de Estado realizados por el ejército con el aval de algunas instituciones estatales como el Parlamento o el Tribunal Supremo» [1].
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