Las noticias en torno a Corea del Norte suelen estar repletas de estereotipos y falsos análisis, y con reportajes que emanan pesimismo y una oscura fotografía de aquella desconocida realidad. Por eso, a la hora de afrontar el reciente enfrentamiento en la península coreana (uno más de los que se suceden en las últimas décadas) conviene intentar observar la fotografía completa de aquella compleja situación.
Todo parece indicar que desde hace varias semanas, o meses, se están sucediendo los acontecimientos que de una u otra manera condicionan cualquier salida negociada al conflicto que mantienen las dos Coreas. Así, en marzo, un buque de guerra surcoreano, Cheonan, se hundió en las disputadas aguas del mar Amarillo, sucediéndose las versiones enfrentadas sobre la autoría del incidente (para el sur, se trataría de un ataque militar del norte, mientras que éste afirma que puede tratarse de una antigua mina o un accidente técnico). Pero más allá de las versiones, lo cierto es que la tensión en la península ha ido en aumento, a lo que también ha contribuido el nuevo presidente surcoreano, Lee Myung-bak, que desde que se hizo con el poder en 2008 ha tomado medidas que han deteriorado aun más las ya de por sí delicadas relaciones intercoreanas.
La anunciada sucesión en la dirección de Corea del Norte es otro factor a tener en cuenta. La transferencia de poderes en marcha, con la figura de Kim Jong-un en alza, ha desatado los rumores y malinterpretaciones interesadas en la diplomacia occidental. Las luchas de poder internas, la desafección hacia la dirección política, las fracturas entre los militares o la incapacidad del joven Kim Jong-un para dirigir el país en el futuro se han repetido desde la mayoría de medios de comunicación. Sin embargo, análisis más sosegados y mejor conocedores de aquel país, echan por tierra esas teorías, rechazando de plano la lucha sucesoria y las grietas en el sistema norcoreano. Es más, esas mismas fuentes señalan que también ocurrió algo parecido en 1994 cuando Kim Jong-il asumió el poder, y todas las predicciones negativas se mostraron erróneas con el paso del tiempo. Además, es casi seguro que este tipo de movimientos se producen cuando están cerrados todos los flecos, y eso se produce en Corea del Norte y en cualquier otro lugar del mundo.
Todo parece indicar que desde hace varias semanas, o meses, se están sucediendo los acontecimientos que de una u otra manera condicionan cualquier salida negociada al conflicto que mantienen las dos Coreas. Así, en marzo, un buque de guerra surcoreano, Cheonan, se hundió en las disputadas aguas del mar Amarillo, sucediéndose las versiones enfrentadas sobre la autoría del incidente (para el sur, se trataría de un ataque militar del norte, mientras que éste afirma que puede tratarse de una antigua mina o un accidente técnico). Pero más allá de las versiones, lo cierto es que la tensión en la península ha ido en aumento, a lo que también ha contribuido el nuevo presidente surcoreano, Lee Myung-bak, que desde que se hizo con el poder en 2008 ha tomado medidas que han deteriorado aun más las ya de por sí delicadas relaciones intercoreanas.
La anunciada sucesión en la dirección de Corea del Norte es otro factor a tener en cuenta. La transferencia de poderes en marcha, con la figura de Kim Jong-un en alza, ha desatado los rumores y malinterpretaciones interesadas en la diplomacia occidental. Las luchas de poder internas, la desafección hacia la dirección política, las fracturas entre los militares o la incapacidad del joven Kim Jong-un para dirigir el país en el futuro se han repetido desde la mayoría de medios de comunicación. Sin embargo, análisis más sosegados y mejor conocedores de aquel país, echan por tierra esas teorías, rechazando de plano la lucha sucesoria y las grietas en el sistema norcoreano. Es más, esas mismas fuentes señalan que también ocurrió algo parecido en 1994 cuando Kim Jong-il asumió el poder, y todas las predicciones negativas se mostraron erróneas con el paso del tiempo. Además, es casi seguro que este tipo de movimientos se producen cuando están cerrados todos los flecos, y eso se produce en Corea del Norte y en cualquier otro lugar del mundo.
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